jueves, 25 de junio de 2009

La técnica del Técnico

El final de la diapositiva fue, también, el final de un tramo. En el complejo y desafiante camino hacia el título de grado, ayer (miércoles 24 de junio) di un paso de satisfacción personal, un logro que uno siempre busca cuando apuesta a formarse para ejercer una profesión. El primer escalafón está cumplido: ya soy Técnico en Comunicación Social.

Burocráticamente aún no, porque faltan algunos detalles administrativos para que me figuren todas las notas, pero técnicamente sí lo soy, puesto que cumplí finalmente con el Plan de Estudios. Es una alegría, realmente. El título, lo sé, no me asegura ni trabajo ni, por sobre todas las cosas, calidad profesional, esto último lo tendré que ir demostrando con cada cosa que haga. Pero es un título, un respaldo de la universidad pública a los esfuerzos que uno hace: horas de estudiar, escribir, pensar, producir.

Pero si bien está claro que uno se lo gana, también es cierto que el logro no es sólo individual. Sonará a demagogia, pero es más bien una realidad social, es en la convivencia con los demás que uno se va construyendo como persona. Por lo tanto, ¿cómo no agradecerles a aquellos que me brindaron sus lazos afectivos-intelectuales-musicales-futboleros-etc. para que pudiera alcanzar esta tecnicatura?

La familia, primero. Siempre está, y eso a uno lo deja tranquilo. Mis viejos fueron los que me enseñaron a apostar por la universidad pública, a vivir la vida con alegría y al mismo tiempo con mirada crítica. A escuchar rock, a pensar la educación, a afrontar los momentos difíciles, a disfrutar los momentos felices. Mi hermano fue la compañía constante desde Wanda, que hizo lo que todo hermano debe hacer: quererte, putearte, cargarte, humillarte (en el FIFA, hay pruebas y todo…) y, con su claro estilo directo y dilapidante fue el primero en saludarme con un contundente: “Felicidades! Andá a laburar, jaja”.

Los abuelos (donde también está incluida la tía-abuela), que me cobijaron dos años y medio y aún continúan atendiéndome como un rey cada vez que piso el Barrio Belgrano. A la tía Marisa, por el aguante, las enseñanzas, los libros y los cafecitos. A la familia albertina por la tremenda buena onda y el cariño. A los Magaz de Buenos Aires, que con sus tiempos particulares, siempre dijeron presente.

Y la gente que me rodeó en la vida cotidiana, esas personas que generosamente me fueron abriendo puertas para compartir, aprender, crecer. Por caso, la dupla rosarina Tincho-Pato con los cuales hemos iniciado la vida del Anexo. Con el muchacho también vendimos humo en las canchas del fútbol misionero en algún momento; gratos recuerdos de antenas, cables y calor. Con la dama, pasamos momentos de tortuosos desgajos cerebrales intentando entender a Agnes Heller, Piscitelli, Marx, Parsons y la mar en coche (aunque también hubo tiempo para alentar a Australia en el Mundial…).

Y los chicos y chicas con los cuales fui creando relaciones entretenidas, afectuosas, contradictorias, como todas relaciones humanas. Vale recordar las noches de Majo Land donde fuimos construyendo nuestra relación con Vicky, gran consejera en muchos pasajes. Los mates con Moni, Sara, Nati, Dai y Anita, grandes y queribles pibas. Las cagadas de risa en los pasillos con Juan Rotela (coyentino de ley), Maru, Rebeca, Daiana cerro azulence, Cami, Pame Ayala, las Noelias, Lucila, Andrea Chamorro, Cinthya, etc. Las grandes charlas chateras con Mora y las sesudas discusiones sobre el Argentino B con Larita. La convivencia y los debates con Lean, que me han servido para pensar e intentar entender un poco la realidad. Las charlas de comedor con el Sr. Miguel Nieves, el intercambio pirata (como deber ser) de la buena música con Lucas, las anécdotas futboleras con el Gran Lenci, las arduas discusiones intelectuales con la Gran Rocha. La dulzura de Pame, la buena onda inagotable de Marisol. Las charlas con Jacqueline, esas charlas profundas que me permitieron reflexionar bien adentro y pensar la vida.

La muchachada más grande, que siempre ha sido muy copada, muy pensante, una masa. Pato, Fer, Adri, Mer, Mariela, Sabri, Silvanita, Pali, Jaime, Cristian, Alexis, Muriel. Con todos ellos pasé momentos sumamente divertidos, así como también instancias de aprendizaje, contradicciones, etc. Elementos que me permiten crecer.

Carlos, Esmeralda, Moncho: la familia de Fm Sports que está desde mi arribo a Posadas y con la cual he podido disfrutar de una de las cosas más lindas de la vida, el fútbol. Charly y el rock, esa música maravillosa que nos regalaron los negros (como el jazz y el blues, of course!). Los profes que, con aciertos, errores e ideas a veces contrapuestas, siempre ayudan a intentar pensar. Diego Márquez y Alan, amigos wandenses con los que deambulamos por APSA compartiendo teres, fútbol y galletitas en los veranos. Flopi, Pao Fleitas, Tata, el Jere y Luquitas Rouch, amigos de la secundaria que siempre estuvieron.

Y quienes, en estos últimos tiempos, han estado más cerca, con quienes he compartido momentos de intenso cariño y afecto. Dieguito, compañero de jazz y reflexiones varias. La Pao, alguien con quien es imposible aburrirse. Paulita, una guía total, no sólo co-equiper en la radio, sino una persona que me enseña. Andy, maldito duende maravilloso, compañía presente en todo momento. Ita, una amiga, una compañera de aventuras (vaya si tenemos historias…). Jose, rockero, musiquero, futbolero, gran amigo, un tipazo.

Tal vez pueda parecer mucho agradecimiento para un título, quizás, intermedio. Pero lo vale. En un contexto donde al país le está costando salir adelante, donde incluso la Facultad y la carrera misma están pasando por nubarrones, conflictos, etc., está bueno aunque sea por unas horas disfrutar un logro que, reitero, es personal pero a la vez conseguido gracias a la compañía, el apoyo y la enseñanza de las personas. Espero no haberme olvidado de alguien, en caso de haberlo hecho, mis disculpas, el frío hace estragos a veces.

Ya superé una instancia. Falta la Licenciatura. Bah, en realidad, lo que falta es que día a día demuestre lo que aprendí e intente comunicar como se debe, sino de nada habrá servido tanto esfuerzo. Tres años de carrera, es satisfactorio. Quizás no para festejar durante un mes seguido, pero sí para disfrutarlo un buen rato.