viernes, 18 de abril de 2008

Hay otro blog para visitar

¡Amigos y amigas!

Abrí un nuevo blog que irá a la par con este. Se llama "Paraíso Jazz" y en él no sólo encontrarán vínculos hacia esa música exquisita (gracias Lean), sino que además voy a postear algunos cuentos que escribí.

Espero que les agrade. La dirección es:

www.paraisojazz.blogspot.com

Abrazos

miércoles, 9 de abril de 2008

La estúpida violencia argentina

Cultura de la Violencia. Eso es lo que hay en Argentina. Así lo describió el año pasado Adolfo Pérez Esquivel en su visita a la Facultad de Humanidades, y el conflicto del campo no hizo más que reafirmarlo.

Empezando por la propia denominación de la situación política. La mayoría de los medios de comunicación lo plantearon abiertamente como un enfrentamiento entre el gobierno y el campo. Canal 13 y Todo Noticias, por ejemplo, pusieron un zócalo debajo de la pantalla de por sí elocuente: “Gobierno vs. Campo”. Cual una cartelera del Luna Park anunciando una pelea de Ormar Narváez o Jorge Castro, desde el vamos la puja política fue considerada como un terreno de lucha cruel, a manotazo limpio.

Las disputas por el poder son inherentes a la sociedad, eso no es novedad. La cuestión es cómo se produce esa puja y cómo la viven los actores. En nuestro país, una vez más, la hipocresía, visceralidad y futbolización (que quede claro, yo soy fanático del fútbol, lejos estoy de las críticas aristocráticas de Borges y compañía hacia ese deporte) se apoderaron de los sujetos individuales y colectivos cegándolos y encerrándolos en sus ideas. “En Argentina falta una cultura democrática” señaló hace un tiempo Estela de Carlotto en un programa de televisión. Estaba en lo correcto.

El mercado del campo, o la esfera social del campo si apelamos a Bourdieu, es un complejo entramado de relaciones desiguales. Un terrateniente multimillonario habitúe a la Rural está posicionado en un nivel de mayores posibilidades económicas, políticas y coercitivas que un pequeño propietario de Santa Fe, Córdoba o la provincia de Buenos Aires. Por ende, encerrarlos en una misma bolsa es un grotesco error que una persona supuestamente preparada para presidir un país no debería cometer. Cristina Fernández no sólo hizo eso, sino que además utilizó un tono totalmente agresivo, acusatorio, refritado (aquella retórica del pasado que ya se desgastó) que encendió los ánimos.



Y salió lo peor de todas las partes. Por un lado, la clase media a la que la muerte de Carlos Fuentealba, el secuestro de Julio López, el trabajo esclavo, la desnutrición infantil, etc., etc. le sugiere un mínimo gesto de preocupación mientras espera por ver la comedia de las nueve de la noche, salió a las calles entonando el Himno Nacional y conmoviéndose con él al igual que cuando lo cantaban Los Pumas en el mundial de Francia (¿?). Encima, bastaron dos o tres cacerolas coquetas para que ya los más reaccionarios pidieran nuevamente por los militares. ¿Cultura de la Violencia? Totalmente.

Y por otra parte, el oficialismo apostó a su vocero más eficaz: Luis D’Elía. Un sujeto excéntrico, locuaz, violento. Históricamente los movimientos peronistas contaron con el apoyo de gran parte de la población humilde, a los que atendieron muchas veces por demagogia, pero otras tantas por sensata preocupación. En este caso, el gobierno K se aprovechó de ellos, por una lado en el discurso para usarlos de escudo ante el campo y por el otro para ir a la plaza y responderle a los manifestantes. Con violencia, como no podía ser de otra manera.

Odio a la puta oligarquía, odio a los blancos, odio, te odio Peña, te odio, odio tu plata, odio tu casa, odio tus coches, odio tu historia, odio a la gente como vos que defiende un país injusto e inequitativo, odio a la puta oligarquía argentina, los odio con toda la fuerza de mi corazón” Estas palabras tan democráticas fueron dichas por el propio D’Elía en una entrevista que intentó hacerle Fernando Peña. ¿A ustedes les parece que se puede pedir diálogo partiendo de la base de un discurso como el de recién? ¿Ustedes se sentarían a hablar con una persona que pronuncia doce veces la palabra “odio” en 25 segundos?

Por suerte en el gobierno parecería que aún quedan algunos menos efervescentes y más pacíficos, el Vicepresidente Julio Cobos por caso: “D’Elía es un hombre que está apoyando al Gobierno, y como todo hombre puede cometer errores y lo bueno es que si cada uno nos hacemos responsable de los errores, lo admitamos, lo reconozcamos y pidamos las disculpas del caso. (…) Es un hombre que representa una organización social que tiene todo el derecho de apoyar al Gobierno en la presencia de un acto como lo ha hecho, pero todas las expresiones, sean a favor o en contra, deben expresarse sin violencia verbal ni física, porque hemos tenido estos hechos que, para mí, son lamentables”. Fue leve en su crítica, es cierto, pero fue una de las pocas voces oficiales que puso una objeción pública a las actitudes de D’Elía.

Las pujas por el poder están siempre. Más si se trata de reformas dentro de un ámbito que mueve tanto dinero y con sectores tan poderosos como lo es el campo. Porque los miles de chacareros tienen tanto derecho al trabajo, la vivienda digna, la comida y demás como un obrero de fábrica, un tarefero, etc. Pero la oligarquía rural, que también tiene ese derecho, efectivamente ha apoyado golpes militares e indudablemente reacciona de manera egoísta y violenta a un intento de redistribución de riquezas

Las retenciones son una herramienta del Estado legítima y probablemente necesaria, pero en forma escalonada y entendiendo que no todos ganan millones de dólares por mes.

Pedir en las calles la renuncia de la Presidenta a menos de seis meses de su asunción es algo tan descabellado como las palabras de D’Elía. Hagamos las cosas en paz, por favor. Que los que tengan que sentarse a dialogar lo hagan y dejen los cánticos de las barra bravas para otro momento (lejano si es posible). Los demás, pensemos antes de posicionarnos rápidamente de uno u otro lado. Ni con el gobierno ni con el campo. Este país es uno solo, todos estamos en él, y agredirnos a destajo no sirve. Es tan estúpido como la propia violencia.

martes, 1 de abril de 2008

Evo (Segunda y última parte)

Bien amigos, veamos ahora qué ha hecho Evo Morales como Presidente de Bolivia. Ya repasamos su historia personal y cómo pasó de un campesino indígena que trabajaba sus tierras a transformarse en líder sindical. Ahora, Evo como primer mandatario:


Un Presidente que mastica coca

La nacionalización de los hidrocarburos y el llamado a una Asamblea Constituyente fueron los puntos principales de la campaña presidencial, y una vez en el gobierno el MAS se puso en marcha para cumplir con lo prometido.

Cabe aclarar que si bien Evo Morales y su gente fueron los mayores representantes de la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos, ya unos meses antes de su llegada al gobierno se habían puesto en marcha reglamentaciones para alcanzar ese objetivo. En junio de 2005 Bolivia volvió a ser dueño de la boca de los pozos petrolíferos de su territorio. Es decir, reforzó su soberanía nacional e hizo valer su derecho a obtener las mayores ganancias de la explotación de sus recursos naturales. Dentro del establishment internacional, como era de preverse, esta reivindicación de un país del Tercer Mundo no fue vista con buenos ojos, tal como lo indicó el 29 de junio de ese año el editorial del diario español Cinco Días: “Lo último que necesita un país pobre es espantar a las empresas internacionales que han apostado por él. Aprobar tales normas en un momento de interinidad política es la mejor forma de crear una reprobable inseguridad jurídica de consecuencias imprevisibles.” “Inseguridad jurídica” viene siendo algo así como: nuestras empresas multinacionales no pueden adueñarse tranquilamente su petróleo y esto significa pérdida de ganancias y un avasallamiento a la propiedad privada. Claro está, la propiedad privada, en este caso, entendida como la apropiación del suelo extranjero.
Con el gobierno de Evo Morales se amplió el proceso de nacionalización. Concretamente, lo que se hizo fue que el Estado comprara las acciones suficientes en cada caso para poder controlar como mínimo el 50% más uno de las empresas y así obtener la mayor parte de las ganancias. Es decir, tanto la explotación de petróleo como del resto de los recursos energéticos no se convirtió abruptamente en exclusividad estatal, sino que mediante un inteligente recurso capitalista pasó a ser controlado y aprovechado para Bolivia. Es más, el ministro de Planificación Carlos Villegas lo dijo claramente hace un par de años: “Estamos hablando de una operación de compra de acciones. Hablar de una nacionalización es una tergiversación”. De todas formas, se podría decir que hay un fenómeno de nacionalización, o estatización si se quiere, en tanto y en cuanto Bolivia aparece como un actor preponderante dentro de su mercado nacional. Suena confuso, pero es una adaptación al sistema capitalista por parte de un Estado que en gobiernos neoliberales se mostraba concientemente ajeno a participar en la economía. Y entiéndase bien, hablamos en este caso del Estado como institución social, y no como gobierno.

Siguiendo esta línea, ya en nuestros días el gobierno boliviano está analizando la posibilidad de encarar la estatización del servicio eléctrico. De todas formas, Evo Morales sabe que es necesario “tiempo e inversión”. Para este proceso, contará con ayuda financiera de Cuba y Venezuela, en el marco del Tratado de Comercio de los Pueblos que se constituyó dentro de la Alternativa Bolivariana para las Américas.

Por otro lado, el 9 de diciembre de 2007 se aprobó la nueva Constitución. Costó muchísimo que se aceptara y, es más, en la Asamblea Constituyente definitiva hubo 153 delegados presentes y 102 ausentes. Unas semanas antes, un foro deliberativo había revisado cada uno de los puntos durante sesiones accidentadas y un clima caótico, donde nuevamente revueltas populares se debatían en las calles con violencia, con un lamentable saldo de tres muertos.
Es que los sectores económicos más fuertes de Bolivia presionaban (y aún lo hacen) constantemente para que las legislaciones y las decisiones del gobierno de Evo no afectaran sus ganancias, cosa que hasta aquí no han podido evitar. Entonces, las movilizaciones enfrentaban a los sectores que apoyaban a la reforma contra aquellos que se oponían rotundamente, impulsados desde las regiones económicas más poderosas.

La nueva Constitución establece el reconocimiento de un Estado Plurinacional y dice en el artículo 3 del primer capítulo: “
El pueblo boliviano está conformado por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos pertenecientes a las áreas urbanas de diferentes clases sociales, a las naciones y pueblos indígena, originario, campesinos y a las comunidades interculturales y afrobolivianas”. Se reivindica así la identidad de etnias antes olvidadas. Así lo demuestra por ejemplo la alegría del Centro Afroboliviano para el Desarrollo Integral y Comunitario (CADIC), cuyo Director Ejecutivo Jorge Medina Ibarra sostuvo “los afros también somos bolivianos. Más de 500 años de historia también nos dan derechos" y agregó "esto permitirá estar en todos los quehaceres de la Patria y decir que somos parte de Bolivia y tiene una cultura propia".

La Carta Magna también habla de una economía plural donde conviven la propiedad estatal, comunitaria y privada. Entre otras cosas, señala que los “
recursos son de propiedad y dominio social, directo, indivisible e imprescriptible del pueblo boliviano, y corresponderá al Estado su administración” y sostiene que “la educación, salud y el deporte tienen especial atención porque el Estado garantiza el acceso de todos los bolivianos a esos servicios esenciales sin discriminación alguna”. Desde ya que ahora habrá que demostrar en los hechos lo que dicen las palabras, pero la reglamentación es el primer paso.

El líder

Reivindicaciones para las diversas etnias. Mayor participación del Estado en el mercado con el fin de obtener las mayores ganancias en cada rubro y controlar la economía. Evo Morales ha sido fiel, hasta acá, a su discurso y a su lucha. Aún debe sobrellevar la estigmatización internacional de la hoja de coca y su vinculación con el narcotráfico. Pero él ya sabe de eso, y tiene el apoyo popular para seguir su camino.

Bolivia no es el paraíso, para nada. Hay una muy fuerte oposición que día a día hace lo posible para desbaratar al gobierno socialista del aymara; mientras sea dentro del marco democrático, bienvenida sea la discrepancia. Pero cuando se traslada a las calles y se convierte en violencia, es inaceptable. Por caso, en octubre de 2006 un enfrentamiento entre trabajadores mineros privados por un lado y estatales por el otro, dejó un saldo de 16 muertos y 61 heridos en su lucha por la explotación un yacimiento en Huanuni. Eso es muy triste y ojalá jamás vuelva a suceder.

Se hizo camino al andar. Desde su humilde Isallavi hasta el sillón presidencial. Sin más armas que sus manos, sus plantaciones de coca, sus banderas, su gente. Juan Evo Morales Aima, el líder indígena que comanda los destinos de Bolivia, es un referente sudamericano. Demostró cómo con tesón, valentía, sin renunciar a sus ideales y a través de procesos democráticos se puede llegar a grandes cosas. Sin la omnipresente figura militar de Hugo Chávez, Evo Morales sea probablemente el mejor exponente de una Latinoamérica distinta. Más multiétnica, más justa, más latinoamericana. Evo Morales, todo un referente.