domingo, 22 de abril de 2007

El lado oscuro de Posadas

Nadie puede imaginarse que en Posadas, una capital provincial donde vive mucha gente y la desigualdad es elocuente, no exista la inseguridad. Pero lo que no esperábamos era encontrarnos el domingo a la mañana con “El lado oscuro de Posadas”, como lo denomina la tapa del suplemento “Edición” del diario Primera Edición este último 22 de abril. Atraídos por la curiosidad nos internamos en él y descubrimos en las páginas 4 y 5 un informe firmado por Paco del Pino donde los taxistas y remiseros de las ciudad nos narran sus vivencias en la noche capitalina y cómo conviven con el miedo a ser robados o incluso asesinados. Hasta ahí todo bien. Sabemos que en la franja que va desde las 2 hasta las 4 de la mañana aproximadamente debemos ser muy cuidadosos si caminamos por las calles ya que es el momento donde estamos más expuestos a robos, violaciones, etc. También somos concientes que son los taxistas y los remiseros quienes más sufren la inseguridad porque se ven obligados a andar por zonas potencialmente más peligrosas que otras. El problema es cómo se plantea esto desde el informe y además lo que dicen los conductores, que roza (por ser generosos) la discriminación.

Según el recorrido que va haciendo el relato los lugares más riesgosos son El Brete, los alrededores del club Pirá Pitá, El Laurel, las zonas de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón, la avenida Marconi detrás del Hospital, el Parque Adam y los barrios de los relocalizados por Yacyretá. Hasta ahí es levemente aceptable, en todo caso deberíamos tomarlo como una suerte de recomendación acerca de dónde tener los ojos más abiertos, nada más. Pero si nos ponemos a analizar cómo está estructurado el mensaje nos encontramos con algunas cosas que preocupan aún más que un simple ladrón. Veamos: en una parte del texto se señala que la zona de Villa Cabello a lo largo de la avenida Eva Perón es “conflictiva” y entre paréntesis remarca: “jalonada de ranchos y villas miseria hacia el lado de la costa”, ¿está planteado como una causalidad?, parece que sí puesto que unas líneas arriba hay sorpresa porque en El Laurel “a pesar de que toda una franja es de tipo residencial de clase media, que está bastante iluminada y hay una comisaría a 200 metros” pueda pasar cualquier cosa. Es decir, en donde hay ranchos y villas miserias, o sea gente pobre, es entendible que pasen estas cosas, pero un lugar de clase media, ¡qué calamidad! Igual hay más: cuando se refiere a la parte de la avenida Marconi que se halla detrás del Hospital dice: “desde la espalda del hospital hacia las vías férreas, al costado del río: un nuevo foco de casas rancho casi escondidas entre la espesa vegetación, un lugar casi perfecto para una emboscada”. ¿Un lugar casi perfecto para una emboscada? Sí, es probable que la gente que vive allí haya pensado lo mismo cuando se instaló, y no que está ahí porque no tiene otro lugar a donde ir… Si todo esto empieza a incomodar, esperen a leer el subtítulo que sigue. Ojalá que las personas a las que echó vilmente Yacyretá de su hogar no hayan visto la nota, porque sino seguramente el mate les habrá caído mal. Es que para referirse a otra zona de riesgo aparece el subtítulo “Delincuencia relocalizada” y pronto se lee: “como consecuencia de la expulsión de sus habitantes hacia zonas periféricas casi convertidas en “ghettos”, se puede contar también la “creación” de una nueva geografía de la marginalidad”. Entonces, la marginalidad es sinónimo de delincuencia, ¿o entendí mal? Esto quiere decir que los barrios donde vive esa gente expulsada por la empresa de sus antiguas casas son “lados oscuros” de Posadas, tiene sentido, si están olvidados por los gobernantes. Quizás si los iluminasen con una linterna tendrían más posibilidades de inserción social…

Como si fuera poco, los taxistas nos cuentan sus “códigos” para prevenirse. Ahí nos dicen que antes de levantar a un pasajero hacen toda una radiografía propia de Robo Cop: “Primero le mirás la pinta: la ropa, el pelo, la barba, los tatuajes o las cicatrices. El problema es que en Posadas se visten todos igual: conozco tipos de muy buena posición que por comodidad se ponen su pantalón corto y sus zapatillas y salen a la calle. Pero si vos ves a esos que andan con el buzo con capuchita, o con una gorra, no hay ni que preguntarles nada: hay que pasar de largo”. Con razón a mí no me para ninguno, yo uso barba, cuando hace mucho calor me pongo pantalones cortos y siempre ando con zapatillas, menos mal que el gorrito lo dejo en casa… Pero esperen, hay más formas de estar precavidos, ahora una vez que el pasajero está en el auto se observa que “cuando saca el dinero ya te das cuenta: si tiene bien acomodadita la plata, es un laburante; si es un chorro, te puedo asegurar que la tiene abodocada en el bolsillo, como que la puso apurado”. ¡Qué mal!, yo nunca uso billetera porque la que me regaló mi abuela es demasiado incómoda (esto es totalmente verdad, por más “nabo” que suene), así que siempre uso los billetes medio acurrucados en el bolsillo, o sea que soy un “chorro” y no me di cuenta…

Con esto no quiero atacar a los taxistas o remiseros que se ganan el pan toda la noche mientras yo bailo con mis amigos o duermo. Porque además hay partes del texto donde plantean otro tipo de precauciones que son entendibles: avisar con palabras clave a la central, procurar no entrar en callejones sin salida, etc. y ellos mismos reconocen que utilizan preconceptos y “al fin y al cabo estamos atentando contra la democracia”. Lo bueno sería que también sean cautos con esos prejuicios, porque realmente aterran y discriminan. Por otra parte, está claro que el “lado oscuro” de Posadas son lugares donde vive gente muy humilde que ha quedado fuera del sistema y que encuentra como única salida de supervivencia a la delincuencia. Pero ojo, no son todos, es más, seguramente son pocos. Lo que ocurre es que el miedo vende, y paraliza. Está mal que haya robos y violaciones y quienes lo hacen deben ser apresados. Pero también está mal que a los pobres se los olvide y sólo aparezcan como el “lado oscuro”, la parte indeseable de la ciudad. Casualmente (o no), en la página 5 del mismo diario (ya no el suplemento) hay una entrevista de toda una hoja hecha a Ramón Puerta hablando en contra del gobierno de Rovira. Rovira no es ningún santo, pero justamente Puerta no puede decir nada después de gobernar a Misiones con políticas neoliberales que han ayudado a forjar ese “lado oscuro” de Posadas (desde 1991 a 1999, época menemista). Si el lado iluminado de Posadas vive estigmatizando a los marginados, ¿cómo procurar ayudarlos? La inseguridad existe, obviamente. Pero peor aún son el hambre, la desocupación y violencia. Violencia que muchas veces no nace de un chico con gorrito, sino de una nota periodística donde se crea la clara imagen de un lado oscuro.

sábado, 14 de abril de 2007

Los maestros del terror

Parece increíble. Parece increíble que los maestros, nuestros educadores, formadores de los chicos, tengan que estar en 2007 reclamando por un sueldo digno. Parece increíble que en 2007 persista la represión como respuesta a un reclamo justo. Pare increíble que haya un muerto por luchar por sus derechos y que ese cadáver sea el producto de la orden de un gobernador al que únicamente le interesa el negocio del turismo. Parece increíble, por último, que quien disparó fuera un policía que ya había sido condenado a 2 años de prisión y sin embargo estaba libre. Parece increíble, pero en 2007 y en Argentina, aún pasan estas cosas.
Hace 24 años que vivimos ininterrumpidamente en democracia, un sistema político donde en teoría todas las voces deben ser escuchadas y la igualdad de derechos y oportunidades debería estar asegurada. Lo ideal sería que mediante mecanismos democráticos (muchas veces dependientes de la ineficaz burocracia) llegasen los reclamos a las oficinas de los funcionarios, pero muchas veces los oídos sordos hacen que lamentablemente se deba recurrir a la toma del espacio público para, de una vez por todas, instalar el problema. Y así arribamos a las huelgas, las manifestaciones y los piquetes, esas expresiones de una sociedad que pide lo que se merece y que encuentra necesario ocupar físicamente el lugar que no tiene en la agenda de los gobernantes. Hay una cosa que está clara: aquel corta una ruta tiene algo para decir y si está ahí es porque todavía nadie lo oyó. Pues bien, el miércoles 4 de abril en la ciudad de Neuquén un grupo de docentes se encontraba interrumpiendo la ruta 22 en reclamo de mejoras salariales cuando el gobernador Jorge Sobisch dio la orden de reprimir la manifestación ya que obstaculizaba el camino de aquellos turistas que quisieran acercarse en Semana Santa. Y la represión llegó, y también el drama: una granada de gas lacrimógeno fue disparada contra Carlos Fuentealba, un docente de 40 años en cuya cabeza impactó la orden de Sobisch, arrebatándole la vida un día después en la sala de un hospital.
Ya no pueden decir “algo habrá hecho”, ya no pueden escribir “muere en un enfrentamiento con la policía…” ya no pueden escudarse en esos atroces discursos que alguna vez supieron recorrer el imaginario argentino. En otras palabras, ya no nos pueden mentir. Aquellos que piden mano dura seguramente estarán conformes, en Neuquén hubo mano dura, y en Neuquén hubo un muerto. Para colmo, como otras tantas veces el que disparó tenía una sentencia previa. Es que Darío Poblete, a quien muchos testigos señalan como el culpable y ya está detenido “fue condenado en noviembre a dos años de prisión por apremios ilegales y vejámenes contra un detenido en la alcaidía de Zapala” (Crónica, sábado 07/04/07, pág. 2). Pero como apeló el fallo su situación aún no fue resuelta y mientras tanto continuó trabajando en el grupo especial GEOP de Cutral Có.
Que Sobisch dio la orden está claro, pero alguien la acató y se la pasó a sus subordinados y, lo que es peor, alguien la cumplió con a la sangre fía de un asesino. ¿Qué se puede hacer? Justicia ¿Cómo? Encerrando a los responsables y, además, escuchando el reclamo. ¿Se dan cuenta?, la represión consiguió que ahora la agenda de los gobernantes tenga más renglones ocupados, por un lado para responder a las necesidades de los docentes y por el otro para enjuiciar a aquellos que apagaron una vida en vez de oír. Y todo en memoria de un maestro, un verdadero maestro en todo el sentido de la palabra: Carlos Fuentealba.